El manipulador es un mago de la palabra: rápido en sus respuestas, seguro en sus decisiones, contundente en sus argumentos, arrollador en su actitud… tanto que parece dejarnos pocas opciones para reaccionar de un modo distinto al que dictan sus designios.
Pero decir que el manipulador es, simplemente, un ser egoísta que no tiene en cuenta las necesidades de los demás y que cree que el mundo existe sólo para servirle, sería mostrar tan sólo una cara de la luna. Si profundizamos y logramos comprender los motivos de dicha actitud, podemos trascenderlos: dado que todo comportamiento se mantiene porque cumple una función (pues de no ser así, sencillamente, se extinguiría), hemos de aceptar que una persona es manipuladora porque con ello obtiene lo que necesita. Y si a alguien le resulta más fácil obtenerlo del exterior que de sus propios recursos, es que estamos ante una persona con importantes carencias (de autoestima, de autoconfianza…), aunque luzca como justo lo contrario. Por eso, de hecho, se aprovecha de nuestra energía: para nutrirse de ella.
El manipulador establece vínculos de dependencia con el otro, quien no es consciente de la artimaña o, si la percibe, no suele saber zafarse de ella, lo que le produce una gran frustración. Pero las relaciones, en este sentido, son como una partida de ajedrez en la que no es preciso ganar, sino sencillamente impedir que las piezas del otro entren en nuestra mitad del tablero. Porque si lo hacen, la responsabilidad será también nuestra.
Para evitar o minimizar las consecuencias de este tipo de agresión es esencial plantearnos qué es lo que nos engancha al manipulador, pues nosotros también obtenemos algún beneficio de esta relación (seguridad, afecto…). Y, sobre todo, es fundamental vencer el miedo a expresarnos asertivamente. Pero si lo vencemos, veremos que esto tiene sólo dos efectos posibles: o el manipulador reculará… o el conflicto sobrevendrá inevitablemente. Y si finalmente la relación se arruina, como tanto tememos, siempre será más fácil asumirlo que seguir arrastrando una relación dañina.
Publicado en la revista de psicología positiva “Mente Sana” (RBA) nº27
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